SUSURROS
No tengo concepto de “ayer” y mucho menos de
“mañana”. Si intento pensar y detener el tiempo en esos quehaceres temporales,
descubro que no controlamos absolutamente nada, que la vida no se detiene ni
mira atrás, y que estés aquí o no, toda esta locura de burdel continuará en su
paranoia.
Sin embargo, hay momentos en que la vida,
lejos de dejarse presionar, enciende esa chispa que hace resonar el tintineo
apagado de tu memoria, esa que a base de negar una y otra vez se convierte en
una realidad ficticia que terminas creyendo y con la que bailas ese vals de los
cisnes en el que te crees el protagonista que no eres. Y es en ese preciso
instante, ese en el que tomas consciencia, que descubres que buscando “a”
encuentras “z”, que en definitiva viene a decir mi principio y mi fin.
Así es que, como el fiel sirviente de la
famosa cita de Einstein, continúo en este soneto de farándula, en este “I will
survive”, rodeada de vendedores de luz en un mundo macabro pintado de sombras,
guiándome con las enseñanzas de mis niños, fuente de alegría y de crispación a
veces.
Pero no me malinterpretes, soy feliz a mi
manera, como a veces lo he sido, pues poseo un tesoro repleto de experiencias e
infortunios con los que sin duda aprendí a agradecer la belleza opaca de mi
mundo, esa que encuentras cuando escarbas más allá del telo que nos cubre.
Resulta complejo comprender cómo a veces el dolor es espejo de un sinfín de
sueños abrumadores. La vida me enamora, me despierta y me mece. A veces
compleja, a veces simple, me acompaña con mi sombra. No busco respuestas que
nunca encontraré en la tinta de los libros, sino en la locura de este universo cambiante y en el frenesí de sus
caricias.
Dicen mis voces internas que suelte aquello
que me detiene, que no mire atrás, a nada ni a nadie, que viva apasionadamente
el aquí y el ahora, pues triste y taciturna es la melancolía que nos descubre
que tan desnudos como llegamos, partimos. Es por ello, que trato de no tropezar
con el mismo guijarro de mi camino, que intento no mirar atrás para no
convertirme en piedra, ni desear un devenir incierto que nadie puede
vislumbrar.
Disfruto de la vida como una sucesión de
acontecimientos que dibujan mi camino presente, ese que tampoco controlo,
susurrando cada mañana al despertar, un mudo pero enérgico “gracias” por todas
aquellas almas que forman parte de mi bagage humano, ayer, hoy, mañana y
siempre, y que sin duda, me regalan pinceladas que colorean mi lienzo vital,
ese que a veces se torna de un gris melancólico..
Gracias. Gracias. Gracias…..
Luz Lozano
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