EL DIARIO DE OLELÉ
DÍA 24
CÉSAR BONA
"No podemos ver a los niños como recipientes que tenemos que llenar. Son seres sociales y tenemos que escucharles".
A raíz del Día Internacional del Profesor, me gustaría hablar de aquellos que dejan huella, que no olvidas por cómo te trataron, por cómo impartían sus clases, por cómo se relacionaban con los alumnos en particular y con el mundo en general. César Bona es, seguramente, uno de esos profesores que marcan, que nunca olvidas, pero para bien.
En mi infancia no tuve la suerte de tener profesores como Bona, pero sí he conocido a algunos en el instituto y en la universidad. Son de ese tipo de docentes a los que admiras y que cuando los escuchas te dices a ti mismo: "Quiero ser como tú". También ha habido profesores que ocupaban el "lado oscuro", de vocación perdida y sociabilidad mermada (a éstos también les agradezco que me enseñaran cómo no quiero ser). Sin embargo, y puesto que he de elegir a uno de estos docentes que dejaron huella, me gustaría recordar,, (sin deseo de menospreciar a otros profesores que también creyeron en mí y a los que les doy las gracias), a la que fue mi primera profesora de verdad, de vocación con mayúsculas, que creía en lo que hacía y lo trasmitía en sus clases, que nos trataba como personas y no como alumnos, o peor aún, como números que evaluar. Quiero agradecerle su labor docente, su trato humano y su buen hacer. Quiero agradecerle que nos enseñara a pensar, a salir de nuestra zona de cofort. Han pasado treinta años desde aquellas clases, que se dicen pronto, pero las recuerdo con mucho cariño y admiración.
Va por ti Maria José.
Era el año 1988, Grupo 1ªA de B.U.P. del I.E.S. Carrús (Elche). Yo era un "pollo", pues así nos llamaban a los que nos iniciábamos en el instituto, con el único fin de gastarnos esas bromas pesadas, que a Dios gracias nunca tuve que sufrir. Pardilla total, pasé del colegio con un tutor que tenía los dedos amarillos de tanto fumar (también en clase) a tener múltiples profesores. De entre ellos destacaba, no por su altura porque es una mujer chiquitita, Maria José Picó, profesora de Ética. Muchos pensarán que esta asignatura es de segunda o de tercera, carente de valor, pero os aseguro que jamás nadie me enseñó a pensar y a cuestionarme lo incuestionable como esta mujer en esta materia.
Sus clases eran de todo menos aburridas. Dicen que una cosa es lo que pasó y otra cómo lo recuerdas. Pues yo recuerdo que los debates que hacíamos en clase levantaban ampollas y nos hacían reflexionar sobre la vida, nuestras acciones y nuestra forma de pensar o de estar en el mundo. Lecturas como "El señor de las moscas" o el visionado de películas como "Johny cogió su fusil" eran caldo de cultivo para permitir aflorar nuestro pensamiento y nuestro espíritu crítico. En aquellas clases "desnudábamos" nuestra alma y nos hacíamos "amigos y enemigos", ocupábamos roles imaginarios y debíamos actuar en consecuencia.
Nunca agradecí a Maria José su labor docente mientras estuve en el instituto, no habría sido ético el hacerlo, pues podría entenderse como que le estaba haciendo la pelota o que buscaba un trato de favor. Y yo para eso era muy prudente. Terminé el instituto y perdí todo contacto con profesores y compañeros de adolescencia, entre ellos con Maria José. Como tampoco existían los móviles, ni Internet ni las redes sociales, ni pensamiento de que esto fuese a existir, tuvo que ser el destino el que un día, pasados muchos años, se confabulara para que de forma casual me topara con mi profesora en la puerta del cine Capitolio de Elche (convertido en tienda Zara para nuestra pena). Aproveché aquella ocasión, por si no se volvía a repetir, para darle las gracias por todo lo que me había enseñado en sus clases. Agradeció mis palabras en un momento, según dijo, en el que estaba con ganas de tirar la toalla como docente. Me alegro que no lo hiciera.
Sr. Einstein, se acerca la recta final, y me despido con esta canción de León Gieco dedicada a todos los maestr@s del mundo que, como usted, saben dejar huella en las personas, por saber mirar más allá de lo meramente visible.
No tengo el gusto de conocer a María José Picó, pero a buen seguro que es una excelente docente y mejor persona.
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